El religioso hipócrita y el pecador sincero
Vea qué es lo que el Señor Jesús piensa de estos dos tipos de personas
Una persona religiosa sigue reglas y doctrinas. Viste, habla y camina de tal manera que muestra su fe. Parece ser bueno, que no comete ningún error y que merece estar cerca de Dios. Pero, no todo es lo que parece.
La religión y el cumplimiento de obligaciones no son sinónimos de salvación, mucho menos de que Dios se agrade del religioso. En realidad, muchos religiosos llegan a ser orgullosos y terminan apartando a los pecadores sinceros de Jesús.
Un ejemplo bíblico de este caso es la parábola del fariseo y el publicano (lea Lucas 18:10-14). En ese momento, el Señor Jesús dejó muy claro que una persona que vive en pecado, pero es sincera, está mucho más cerca de Él que de un religioso orgulloso e hipócrita.
«El religioso hipócrita obedece una doctrina, como si perteneciera a un partido político. Finge creer en Dios, ser santo, le muestra a la sociedad es que una buena persona, pero no tiene nada que ver con Dios. Es una persona, aparentemente, recta, pero vacía. Es un problema en el alma y, para resolver eso, solo es humillándose [como lo hizo el publicano]», comentó el obispo Edir Macedo.
La fe y sinceridad que le agradan a Dios
El obispo agregó que el error principal del fariseo fue pensar que Dios no veía lo que, realmente, había en su interior, pero, por cumplir algunas obligaciones, se consideraba perfecto y mejor que otras personas.
«Esa es una fe torpe, que no cree que el Altísimo sabe de todas las cosas, que Él es perfecto y Justo. En cambio, el publicano fue transparente, asumió su pecado, sus errores, pidió misericordia. Solo esa oración lo hizo manifestar una fe inteligente, que el religioso no tenía. [Por eso el publicano] fue liberado de su pasado y de todo lo malo que hizo», agregó el obispo.
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