El primer requisito para ser ciudadano del Reino de Dios

Durante el Santo Culto del pasado domingo 25 de mayo, el obispo Franklin Sanches dio una enseñanza centrada en una verdad fundamental: el arrepentimiento como el primer paso para entrar en el Reino de Dios. A lo largo de su mensaje, subrayó que no basta con asistir a una iglesia o tener conocimiento religioso, sino que es necesario nacer espiritualmente por medio del arrepentimiento sincero.

«Jesús enseñó: “Buscad primeramente el Reino de Dios”», recordó el obispo, haciendo énfasis en que las bendiciones prometidas en las Escrituras —como las descritas en Deuteronomio 28— no son el objetivo principal de la fe, sino una consecuencia natural de vivir bajo el gobierno de Dios. «Para que yo pueda realmente tener esa calidad de vida, de que mi vida sea una bendición, yo tengo que entender que primero tengo que buscar el Reino de Dios», afirmó.

A partir de Colosenses 1:13, el obispo explicó que toda la humanidad se encuentra inicialmente bajo el dominio del reino de las tinieblas, pero que Jesús vino precisamente para liberarnos de esa condición. «Él nos libró del dominio de las tinieblas y nos trasladó al Reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención, el perdón de los pecados», citó. Según explicó, ese traslado espiritual solo ocurre cuando hay un arrepentimiento verdadero.

«El primer paso para quien quiere entrar en el Reino de Dios es arrepentirse de sus pecados y confesar a Jesús como su único Señor», enseñó el obispo Franklin. Y aclaró que el arrepentimiento no es lo mismo que el remordimiento: «Quien siente remordimiento vuelve a practicar lo mismo… para que yo entre en el Reino de Dios, tengo que sentir asco de lo que hacía, no querer más volver a cometer los mismos errores».

Este cambio profundo, dijo, no solo permite el perdón, sino que transforma completamente la identidad espiritual de la persona. «El que está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron», citó, destacando que nadie puede entrar en el Reino cargando su viejo comportamiento. Por eso, insistió, debe haber una evidencia clara de transformación: «Es imposible que una persona entre al Reino de Dios y traiga con ella el mal carácter, la mala conducta. Las cosas viejas pasaron».

El obispo también subrayó la centralidad de Cristo en todo lo que permanece. Basado en Colosenses 1:16-18, explicó que todo lo creado fue hecho por medio de Él y para Él, y que solamente lo que está en Jesús permanece. «Todo lo que está en Jesús, permanece. Si su matrimonio está en Jesús, su matrimonio permanece. Si sus empresas están en Jesús, su empresa permanece», afirmó.

Cerrando su mensaje, el obispo enfatizó que Jesús no puede ocupar un segundo lugar en la vida de quien desea formar parte de su Reino. «Si Él es el primero, todo funciona. Si Él es el primero en mi vida, entonces yo soy un ciudadano de su Reino», concluyó.

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