El motivo del desorden

<strong>El motivo del desorden</strong>

Por Departamento Web 2

¿Ya se ha preguntado por qué, aunque muchos dicen que creen en Dios, su vida no Lo refleja y, al contrario, tienen una vida desordenada, una vida de fracaso?

Esta pregunta fue respondida por el obispo Franklin Sanches, el pasado 14 de mayo, durante el Santo Culto.

El comienzo del caos en la vida de muchos, se encuentra en la desobediencia a la Palabra, porque, «mientras el hombre no obedezca la Palabra de Dios, su vida será un desorden. Mientras la persona no tenga la presencia del Espíritu Santo en su vida, por más que ella intente hacer las cosas bien, sin la presencia de Dios, todo será un desorden», explicó el obispo.

Porque todo lo que Dios hace es perfecto, un ejemplo de eso es la tierra. No obstante, a causa de la presencia del mal, esta se volvió desordenada y vacía (lee Génesis: 1-2). Así está la vida de muchas personas, pero en el momento en que permiten que el Espíritu Santo entre en ellas, El irá poniendo todo en su lugar, si la persona decide obedecer lo que está escrito en la Palabra de Dios. Pues como comentó el obispo Franklin: «Cuando yo hago caso a lo que Dios dice, Él comienza a recrear, a reconstruir mi vida, como ocurrió con el planeta, que Él ya había hecho, pero satanás vino y lo destruyó. Entonces Dios comenzó a reconstruirlo, solamente con la Palabra, no fue con la oración, Dios no oró, Él simplemente habló, y lo que Él iba hablando, todo iba obedeciendo».

«Entonces dijo Dios: Sea la luz. Y hubo luz.» (Génesis 1:3).

Siendo así, el comienzo para que una persona pueda reconstruir su vida está en dar oídos a la Palabra y decidir obedecerla. Su vida irá cambiando poco a poco, en la medida en que se va sometiendo a la dirección de Dios: uno obedece y el Espíritu Santo comienza a trabajar.

Sin embargo, cuando ella pone resistencia a la voluntad del Creador, su vida no avanza, es por eso que, aunque dice creer en Él, no se ve reflejado en su vida. Al respecto la Palabra de Dios nos orienta: «Si me amáis, guardaréis Mis mandamientos.» (Juan 14:15).«Porque el amor que Dios espera de nosotros, el verdadero amor, no es de palabras, sino de acciones, con mi obediencia yo le demuestro que lo amo, porque el amor que Dios exige está condicionado a obedecer lo que Dios manda, eso es amor. Por ello, la mayor demostración de mi amor por Él es cuando obedezco su Palabra», dijo el obispo.

La recompensa de la obediencia

«Y Yo rogaré al Padre, y Él os dará otro Consolador para que esté con vosotros para siempre, es decir, el Espíritu de verdad, a quien el mundo no puede recibir, porque ni le ve ni le conoce, pero vosotros sí le conocéis porque mora con vosotros y estará en vosotros.» (Juan 14:15-16).

Cuando la persona comienza a obedecer, Dios la bendice con el Espíritu Santo en su vida. En esto radica el verdadero cambio, porque mientras Él no esté, todo lo que ella tendrá son bendiciones, producto del uso de su fe, pero no la verdadera bendición que es tener el Espíritu Santo en su vida convirtiéndose en la propia bendición. «Pero si la persona permite que el Espíritu Santo haga Su obra, Él pondrá todo en su lugar, no obstante, para eso tengo que amar al Señor Jesús y yo lo amo cuando obedezco su Palabra», agregó.

«El que tiene Mis mandamientos y los guarda, ese es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre; y Yo lo amaré y me manifestaré a él. Judas (no el Iscariote) le dijo: Señor, ¿y qué ha pasado que te vas a manifestar a nosotros y no al mundo? Jesús respondió, y le dijo: Si alguno me ama, guardará Mi palabra; y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y haremos con él morada. El que no me ama, no guarda Mis palabras; y la palabra que oís no es mía, sino del Padre que me envió. Estas cosas os he dicho estando con vosotros. Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, Él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que os he dicho.» (Juan 14:21-27).

«Entonces, es a partir del momento en que guardo la Palabra de Jesús, que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo estarán conmigo, a donde yo vaya los tres van conmigo. ¿Qué mal podrá tocarlo si ellos tres están en usted? Ninguno, porque ellos van a ordenar su vida, van a guiar sus decisiones, y poco a poco su vida va a cambiar.  Entonces, lo que va a cambiar su historia de vida es decidir guardar y obedecer la Palabra, así Él le va a guiar y le recordará lo que está escrito», finalizó.

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