El Guerrero que defenderá tu causa

El Señor Jesús no dijo que oremos mucho ni que pronunciemos palabras bonitas. Su afirmación fue clara:
«En verdad os digo: todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo. Además os digo que, si dos de vosotros se ponen de acuerdo sobre cualquier cosa que pidan aquí en la tierra, les será hecho por Mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres reunidos en Mi Nombre, allí estoy Yo en medio de ellos.» (Mateo 18:18-20)
De acuerdo con lo que enseñó el obispo Franklin Sanches el pasado 29 de junio, en el Domingo de la Concordancia, muchas veces la llave que falta para abrir una puerta es orar con alguien que tenga la misma fe.
«La Iglesia Universal comenzó fundamentada en este pasaje bíblico […]. Fue de ahí que el obispo Macedo agarró fuerzas para comenzar una iglesia que inició en una placita y que hoy está en casi 150 países. Nosotros somos la evidencia de lo que está escrito ahí […]. Cuando usted se aferra a la Palabra de Dios y usa la fe, lo que Él dice tiene que suceder. No es una suposición, un “quizás” o un “tal vez”: tiene que ocurrir, porque fue el Todopoderoso quien lo afirmó», explicó el obispo.
También enfatizó que esta promesa no está limitada por el tipo de petición ni por las circunstancias, siempre que exista concordancia y fe genuina.
«No importa cuál sea la situación que esté enfrentando… Él dijo: “cualquier cosa”», remarcó, invitando a los presentes a unirse en oración con esa confianza.
Justicia para los que creen
En la segunda parte de la reunión, el obispo profundizó sobre la justicia divina revelada en Isaías 42, destacando que Jesús descendió para traer justicia a quienes sufren. A diferencia de la justicia humana, que es limitada, la justicia de Dios actúa cuando hay una fe que se basa exclusivamente en lo que está escrito.
«La fe no depende de lo que yo veo, de lo que escucho, siento o palpo, la fe solo depende de lo que está escrito», explicó.
Luego, el obispo leyó Isaías 42:1: «He aquí mi siervo, a quién Yo sostengo, Mi escogido, en quien Mi alma se complace. He puesto Mi Espíritu sobre Él; Él traerá justicia a las naciones», y afirmó que Jesús vino a este mundo no para permanecer indiferente ante el sufrimiento humano, sino para hacer justicia como un guerrero. «Él veía el dolor, el sufrimiento, la destrucción en las familias, y descendió para librar a los que creen de esas injusticias», dijo.
«El Señor como guerrero saldrá, como hombre de guerra despertará su celo; gritará, sí, lanzará un grito de guerra, contra sus enemigos prevalecerá. Por mucho tiempo he guardado silencio, he estado callado y me he contenido. Pero ahora grito como mujer de parto» (Isaías 42:13-14).
Este grito, explicó, no es un símbolo de desesperación, sino de intervención. Es la reacción de un Dios que, al ver una fe decidida, toma la causa de la persona como Suya.
«Él se levantará como un guerrero… para luchar por ustedes, porque hay cosas que usted no consigue resolverlas, pero Él se levanta por aquellos que viven la fe», declaró.
El obispo fue enfático en señalar que no es el lamento lo que conmueve a Dios, sino la fe total, sin reservas, que se entrega al Altar como una decisión radical.
«Dios no se conmueve con el “pobre de mí”. Lo que lo conmueve es la fe. Esa fe que sube al Altar y dice: “O Tú eres Dios o no lo eres. Es todo o nada”. Esa fe que no se resigna a la injusticia», afirmó.
En este sentido, el sacrificio de Jesús en la cruz fue presentado como la máxima expresión de la justicia divina. Una entrega total que valida la fe de quienes también deciden entregar toda su vida en el Altar. «Cuando Él colocó toda su vida en aquella cruz, Él estaba probando la confianza en lo que el Padre había dicho. Ahí la justicia de Dios fue sacramentada», explicó.
La conclusión del mensaje fue clara: Dios desea hacer justicia en la vida de quien cree. Pero esa justicia no se activa con resignación, sino con una fe que exige respuesta.
«Cuando usted suba a ese Altar, no puede venir arrastrando los pies… Tiene que venir con una decisión: “Es toda mi vida, es todo lo que tengo, lo que soy, lo que sueño”. Cuando hace eso, Dios da un grito y derrota a todos sus enemigos», concluyó.
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