Dios nos da una hoja en blanco
Muchas personas llegan a la iglesia con una vida derrotada y, aunque después reciben bendiciones, no obedecen a Dios. Continúan siendo las mismas tramposas, orgullosas y de mal carácter, indicó el obispo Franklin Sanches durante el Santo Culto del pasado 20 de junio.
Pueden pasar años como miembros de la iglesia, aparentando algo que no son. La realidad es que su vida no cambia hasta que deciden obedecer. De acuerdo con el obispo: «Dios no puede obrar en una persona que no está dispuesta a sacrificarse y dejar de hacer las cosas a su manera».
Además, ellas no pueden culpar a nadie de su fracaso, ni siquiera a Dios. Durante el encuentro, el obispo Franklin explicó que mientras una persona no comprenda esta realidad, vivirá con una fe infantil y esperará que otros hagan lo que le corresponde.
Eso tuvo que entenderlo Jacob. Él siempre ponía un «pero» para todo. Si no era su padre, era su hermano, su tío o su esposa, hasta que un día comprendió que su historia no depende de los demás. Dios nos da una hoja en blanco, somos nosotros quienes debemos escribir nuestra historia.
«Y aquella misma noche se levantó, y tomó a sus dos mujeres, a sus dos siervas y a sus once hijos, y cruzó el vado de Jaboc. Los tomó y los hizo pasar el arroyo, e hizo pasar también todo lo que tenía» (Génesis 32:22).
¿Por qué era necesario que cruzara el vado? El significado hebreo de este lugar es «vaciarse». Dios lo llevó a ese sitio porque él tenía que vaciarse de todo y de todos. Jacob no podía dejar que alguien le ayudara, era un cambio individual, el más importante de su vida.
La Biblia dice que Jacob se quedó solo y un hombre luchó con él hasta rayar el alba, cuando vio que no había prevalecido contra Jacob, le tocó el muslo, y se dislocó la coyuntura del muslo mientras luchaba con él. «En nuestras luchas podemos resultar heridos. Con ello podemos saber si desistiremos o continuaremos en la búsqueda por el cambio de historia», continuó.
Eso ocurre con el sacrificio, nos hace continuar e ir más allá de nuestras fuerzas y condiciones. Eso fue lo que Dios le pidió a Jacob y nos pide a nosotros.
«Cuando usted lucha al modo de Dios y del Espíritu Santo, no al suyo, usted cambiará su historia», dijo.
«Entonces el hombre le dijo: suéltame, porque raya el alba. Pero Jacob respondió: No te soltaré si no me bendices. Y él le dijo: ¿Cómo te llamas? Y él le respondió: Jacob» (Génesis 32:26-27).
El Señor ya conocía el nombre de Jacob, pero decidió preguntarle para ver si era sincero. Pues él estaba acostumbrado a engañar, en el pasado mintió haciéndose pasar por su hermano.
Por último, el obispo insistió en la necesidad de ser verdaderos con nosotros mismos y con Dios si queremos una nueva identidad: «Y el hombre dijo: Ya no será tu nombre Jacob, sino Israel, porque has luchado con Dios y con los hombres, y has prevalecido» (Génesis 32:28).
Esto es lo que necesitamos hacer si queremos cambiar nuestra historia.
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