Dios lo prometió, actúa e insiste hasta alcanzarlo

En el Santo Culto del pasado domingo 27 de abril, el obispo Franklin Sanches destacó una enseñanza clara de Jesús: quien ora con fe y perseverancia, alcanza lo que está escrito en la Palabra de Dios. La oración verdadera no es religiosa ni repetitiva, sino fundamentada en las promesas divinas y hecha con insistencia, como enseñó el propio Señor Jesús.
El obispo explicó que cuando los discípulos pidieron: «Señor, enséñanos a orar», Jesús les enseñó el Padre Nuestro, pero no para que lo repitieran de forma mecánica. «Jesús no enseñó a rezar, enseñó a orar», afirmó el obispo. «Quería dejarnos un fundamento, una base de cómo oramos, no es para que uno esté repitiendo».
Luego de enseñar el modelo de oración, Jesús contó una parábola que revela el espíritu con que debemos orar:
«Supongamos que uno de vosotros tiene un amigo, y va a él a medianoche y le dice: “Amigo, préstame tres panes, porque un amigo mío ha llegado de viaje a mi casa, y no tengo nada que ofrecerle”; y aquel, respondiendo desde adentro, le dice: “No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados; no puedo levantarme para darte nada”. Os digo que aunque no se levante a darle algo por ser su amigo, no obstante, por su importunidad se levantará y le dará cuanto necesite.» (Lucas 11:5-8).
El obispo recalcó que la oración debe ser constante, no se detiene hasta obtener respuesta: «Jesús enseñó a tocar fuerte la puerta, si no se abre, toco la puerta fuerte; y se va a tener que abrir en algún momento. Usted tiene que ser así».
Basado en las palabras del Señor: «Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá» (Lucas 11:9), el obispo enfatizó que hay que pedir con alma y con fe. «Tiene que orar con ganas… la oración tiene que salir de lo profundo de su ser», explicó. Dios no se mueve por el sentimentalismo ni por la lástima, «lo que lo hace manifestarse en nuestra vida es nuestra fe en lo que está escrito».
Pero ¿qué tenemos que pedir con fuerza?
El obispo destacó la mayor de todas las peticiones: el Espíritu Santo. Así como Jesús enseñó: «Pues si vosotros siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?» (Lucas 11:13).
«Más que el pan, más que el pescado, pida lo más importante: el Espíritu Santo, Dios se lo va a dar, pero pida con esa fe», dijo el obispo. Y concluyó explicando por qué necesitamos al Espíritu del Señor: «Sin el Espíritu Santo, la persona no logra vencer sus problemas, no logra perdonar ni tener paz. Sin Él no es posible mantenerse en la fe hasta el final».
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