¡Diciembre llegó!

Sin que nos diéramos cuenta, ¡el año pasó!

El querido año, nacido en enero y enaltecido en la víspera de año nuevo, de repente se convierte en un viejito en diciembre.

Se despide la rueda del tiempo, ¡pero enseña una gran lección!

En el tiempo en que la vida nos permitió ver este año, lloramos y reímos.

Personas llegaron y partieron, y no lo entendemos.

Todos ganamos y perdemos.

A algunas personas les decimos hasta luego y a otras, adiós…

Vivimos y envejecemos, una pena que no siempre aprendemos.

El mismo oxígeno que trajo la vida cada segundo, se llevó consigo un poquito de nosotros de este mundo.

Impresionantes bellezas saltaron a nuestros ojos, pero escenas horribles lastimaron nuestros corazones.

Fuimos sorprendidos por el amor y también espantados de tanto terror.

Tuvimos momentos para bromear y también para hablar en serio.

Y, sin que nos diéramos cuenta, ¡el año pasó!

Sudamos en el verano abrasador.

Recogimos las hojas del otoño reconfortante.

Nos estremecemos con el frío intenso.

Vibramos con la sonriente primavera.

Y, sin darnos cuenta, ¡los años pasaron!

Ah, cómo suspiraba al cumplir 15 años…

Cuando me casé, quería ser una mujer madura pronto.

¿Por qué queremos tanto lo que en la vida es una dictadura?

El tiempo muestra la fragilidad de nuestro origen: somos barro.

Pero el Gran Alfarero nos ofrece ser una hermosa y eterna vasija.

Desdichado quien no conoce su propio valor.

Su vida es un espectáculo de horror.

El tiempo nunca se cansa de correr.

Aun así, no espera a nadie, ¡puede creerlo!

Harto de días, meses y años, a su cuerpo le causará daños.

Los jóvenes se aburren con el tiempo, mientras que los ancianos lo anhelan.

¡Creo que la Tierra se ha acelerado y olvidó avisarnos!

Gira y corre tanto que no podemos seguir el ritmo.

¿Hay alguien que aún juega pasatiempos?

¡Ah, qué difícil! ¡El tiempo ya no tiene el mismo tiempo!

Entonces, no viva como la mayoría, haga que su objetivo sea la sabiduría.

¿Un secreto? No pierda el tiempo como el agua entre los dedos.

Y, voy a recordarle: ¡el tiempo no le esperará!

Por Núbia Siqueira