«De todos los problemas, ver a mi hijo enfermo me afectó demasiado»

«Tuve una infancia bonita porque mis padres estaban juntos. Sin embargo, cuando llegué a la adolescencia, ya no fue así, pues mi papá le fue infiel a mi mamá y todo se vino abajo. Hacerme a la idea de que tenía medios hermanos me afectó mucho.

Pese a esto, mi sueño de ser sobrecargo de aviación no se frustró, incluso conozco 22 países. No obstante, me sentía solo e intenté llenar mi vacío con “amistades” que solo me inducían a tomar. Después, conocí a mi esposa, fuimos novios y después nos casamos, pero solo duramos un año y ocho meses juntos. Estuvimos seis meses separados, luego volvimos.

Más tarde, nos llenó de alegría saber que íbamos a ser papás. Pero, el bebé nació prematuro, me dolía verlo con sondas y tubo de oxígeno. A los dos años y medio de que lo dieron de alta, nos dimos cuenta que no hablaba; le diagnosticaron inmadurez bioeléctrica [conectividad lenta entre las redes neuronales y causante de trastorno por déficit de atención con hiperactividad].

En muchos lugares busqué ayuda, pero en ninguno la encontramos, hasta que mi hermana nos sugirió acudir al Templo de los Milagros. No dudamos en participar. Al entrar, encontramos paz, algo que no teníamos desde que mi hijo se enfermó. Conforme asistíamos y orábamos, su salud fue mejorando hasta que sanó de su padecimiento, hoy está bien.

Luego llegaron otras bendiciones, como en la economía, pues Dios me ayudó a encontrar un empleo en donde me va muy bien y me gusta lo que hago. Además, los problemas en mi matrimonio se acabaron, tenemos una bonita relación. De algo estoy seguro: del Señor proviene tanta felicidad.» -Rogelio Gutiérrez