Cuando la paciencia es menor…

Cuando la paciencia es menor…

Por Departamento Web 2

… las oportunidades de tomar decisiones innecesarias e impulsivas son mayores.

Tal vez ya has contado hasta tres, hasta diez, hasta mil para no perder la paciencia o meterte en un lío. ¿Estás de acuerdo con que esa decisión de mantenerte en el control y considerar tus propias reacciones te protegieron, de cierta manera, de discusiones innecesarias y de mayores consecuencias? Aquella reacción no hizo de ti una persona boba, por el contrario, fue bueno para ti.

En griego, la palabra longanimidad tiene exactamente ese sentido. Proviene de makrothymía, en la que makros significa largo; y thumo, temperamento. Es decir, largo estado de ánimo, paciente, constante. En cambio, en hebreo, longanimidad vendría de eker’aph, que significa algo así como nariz larga, respiración larga o aliento extenso. Ya sea en griego, hebreo o en la lengua local, de forma escrita o dibujada, el hecho es que muchas mujeres han puesto la paciencia (longanimidad) en el cajón cuando son impulsivas, impacientes o controladoras. Y quienes más pierden son ellas mismas.

En Proverbios 25:15, podemos entender el peso y, sobre todo, la relevancia de la longanimidad al leer que «con larga paciencia se aplaca el príncipe, y la lengua blanda quebranta los huesos.».

Más que un diferencial

La mujer que es paciente, además de tener paciencia para respirar, tiene la dirección de Dios, pues en ella hay certeza y paz y no el enojo que el mundo tiene, señala la escritora Ester Bezerra. Para ella, la longanimidad es guiada por la sabiduría, algo que puede aprenderse en el libro de Proverbios. «Ser longánimo es saber hablar en el momento correcto, decir lo que es justo y necesario para el momento y no ser irracional. Eso ablanda hasta los huesos, usted sabe que el hueso es duro. Entonces, el poder de esta palabra ablanda el corazón del príncipe, del marido, de su enemigo y ablanda el corazón de las personas con las cuales convive y las dificultades que tiene», agrega Ester, que incluso dice que en lugar de palabras bruscas surgen palabras dulces, flexibles y propicias.

¿En dónde encontrarla?

La paciencia no es un producto que está a la venta, no puede encontrarse en la farmacia ni en los cursos de autoconocimiento. Es generada en nosotros por medio del Espíritu Santo y Él se la concede a los que Lo buscan. Tanto que «el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza» (Gálatas 5:22-23). Al pasar por el Nuevo Nacimiento y recibimos el ADN Divino, nos parecemos más a Él. A final de cuentas, «el Señor es lento para la ira y abundante en misericordia, y perdona la iniquidad y la transgresión», como es descrito en Números 14:18.

Para eso, es necesario sujetarse a la dirección del Espíritu Santo para, entonces, lograr superar las propias voluntades, aunque se quiera explotar o imponer sus propias opiniones. Hay quien cree lindo decirle a los cuatro vientos: «yo soy así», «tengo fuerte personalidad» o «las personas necesitan aceptarme de la manera que soy». La mujer que piensa así, por lo menos, desperdicia la oportunidad de ser mejor incluso para sí misma, dado que «el que tarda en airarse es grande de entendimiento; mas el que es impaciente de espíritu enaltece la necedad» (Proverbios 14:29).

  • 3 de junio
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