Cuando la edad llega: gerascofobia

La gerascofobia es uno más de los inúmeros problemas que ocurren en las distintas etapas del desarrollo humano, y es mejor conocido como la fobia a envejecer. Las causas varían desde la vanidad, por no querer ver cambios en su cuerpo; salud, por el temor a enfermarse o a los cuidados que se deben tener; convivencia en sociedad, pues muchas veces las personas mayores son rechazadas o maltratadas; miedo a ser abandonados después en un asilo; miedo a la soledad e incluso el miedo a la muerte.

No son pocas las personas que se cambian la edad o su ropa para intentar retrasar lo inevitable, pues, indudablemente, la edad llega para todos y el envejecimiento físico es una consecuencia natural.

A pesar del surgimiento de nuevos desafíos con relación a la salud y a los nuevos ciclos sociales, en nuestra realidad actual, en donde la juventud y la imagen son lo que más importan para la sociedad, envejecer es visto como una de las etapas más negativas de la vida.

La búsqueda por una imagen juvenil se vuelve el principal objetivo de diversas personas que paralizan su vida debido a una arruga o una nueva marca de expresión presente en su fisionomía. Por supuesto que no hay ningún problema en tener ciertos cuidados consigo mismo, pero cuando se vuelven excesivos, pueden afectar directamente el bienestar psicológico y emocional del individuo. Esto se debe a que el mundo ha invertido la belleza real y las virtudes que vienen con hacerse mayor, que van más allá de una cara bonita.

El mayor de los miedos

El miedo a envejecer viene cargado de ansiedad por creer que pueden ser rechazados en diversos contextos sociales, como por ejemplo el laboral; o porque les digan que «ya no tienen edad para eso»; a no encontrar pareja, o la idea de que ya no tienen derecho a ser felices en el amor; por el pensamiento de que su vida ya acabó. Otro miedo que acompaña a quienes sufren de gerascofobia es el miedo a la muerte.

Todo esto afecta considerablemente la calidad de vida de la persona, incluso llegando a paralizarla, generando depresión, sentimientos de soledad y hasta pensamientos de suicidio.

Sin duda alguna, la actitud con la que enfrentamos los desafíos hace la diferencia, porque este es uno de los procesos de la vida que no tienen marcha atrás, pero depende de cada uno enfrentarla con peso y sufrimiento o reconociendo la experiencia adquirida.

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Más allá de la ciencia

Sin lugar a dudas, la vida es un soplo y todos nosotros sabemos que la muerte es el destino más seguro que tendrá nuestro cuerpo, por ello, la seguridad sobre el destino después de la muerte solo lo puede dar Dios en cuanto al destino de nuestra alma.

Por eso, más importante que mantener una forma física buena, es mantener al día el cuidado de nuestra comunión con Dios, a través de una vida justa y separada, sin abandonar la fe.

«Aun hasta su vejez, Yo seré el mismo, Y hasta sus años avanzados, Yo los sostendré. Yo lo he hecho, y Yo los cargaré; Yo los sostendré, y Yo los libraré.» (Isaías 46:4).

Envejecer es bueno

Al contrario de lo que la mayoría dice, no te dejes llevar por los pensamientos de que envejecer es algo malo. La vida no se acabó por tener unos años más, y llegar a la mejor edad tampoco significa soledad.

La Palabra de Dios define la vejez como una «honrosa corona» (Proverbios 16:31), para aquellos que viven en justicia. Por lo tanto, a cada uno le corresponde ver esa fase gloriosa de la vida como una oportunidad de reconocer su madurez a través de las experiencias vividas, disfrutar de las virtudes adquiridas al pasar los años y volverse una referencia de sabiduría para los que están a su alrededor.

Con fe no hay nada que no se pueda lograr

Si te identificaste con lo descrito arriba, te invitamos a participar en las reuniones del Templo de los Milagros: Av. Revolución núm. 253, en la colonia Tacubaya, CDMX. A través de tu fe, es posible superar la depresión. ¡Te esperamos!

También puedes acudir a la Universal más cercana a tu domicilio.

(*) La asistencia espiritual no sustituye los cuidados médicos. Será el tipo de trastorno, su origen y el modo de ser de la persona los que configurarán la manera de orientar, en cada caso.

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