Costumbres de la Biblia: los sacrificios
«Porque la vida de la carne en la sangre está, y Yo os la he dado para hacer expiación sobre el altar por vuestras almas; y la misma sangre hará expiación de la persona.» (Levítico 17:11).
En la antigüedad, varias religiones practicaban los sacrificios a sus dioses – incluso sacrificios humanos. En el judaísmo antiguo, tenían como objetivo llevar al individuo a tomar consciencia de sus pecados.
La persona se veía delante de un altar en donde un animal inocente era sacrificado y quemado en su lugar. Las manos eran impuestas sobre la cabeza del animal y su garganta era cortada, un simbolismo muy fuerte: el pecado siempre lleva a la muerte.
El sacerdote, como intermediario entre el hombre y Dios, recogía la sangre del animal en una vasija y la presentaba frente al altar en nombre del pecador (Levítico 1).
Dios prohibió el sacrificio humano (Levítico 20:1-5). Era común que los devotos de falsos dioses sacrificaran incluso a sus hijos a esas identidades.
El sacrificio en el Monte Moriah que Dios ordenó que Abraham hiciera, de su hijo Isaac, fue solo un medio para mostrarle la idolatría que él practicaba sin saberlo. Tanto que no permitió que lo consumara (Génesis 22).
Tipos
El libro de Levítico describe los diferentes tipos de sacrificio:
– Ofrenda quemada: Sacrificios pacíficos, como expresión de adoración a Dios, como Noé había hecho en Génesis, como honra al Señor, cuando las aguas del diluvio bajaron (Génesis 4:4-5 y 8:20-21, Levítico 1); sacrificios por los pecados no intencionales contra Dios (Levítico 4), y los realizados para expiar los pecados no intencionales – por lo menos en la teoría – contra otras personas (Levítico 5).
– Manjares: Platos muy bien hechos, aunque simples, como acciones de gracias por la providencia de Dios (Levítico 2).
Así se realizaba la expiación, la remisión del pecado, y solo después de eso, el individuo podía acercarse nuevamente a Dios.
Sacrificio supremo: Jesús
Los pecados intencionales no eran contemplados por la Ley. En el Nuevo Testamento, ese tipo de pecado solo puede ser perdonado por el sacrificio supremo: el de Jesús.
«El siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.» (Juan 1:29).
Así como los animales eran inocentes, muertos en lugar del pecado, Le sucedió a Jesús – al contrario de los animales, Se ofreció por amor al sacrificio por los pecados de toda la humanidad.
«… el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad. Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual Se dio a Sí mismo en rescate por todos, de lo cual se dio testimonio a su debido tiempo.» (1 Timoteo 2:4-6).
Por medio de lo que Cristo pasó en la cruz, cualquier persona puede recibir el perdón, si así lo quisiera verdaderamente y Lo acepta como su Salvador. El Hijo nos recuperó el acceso al Padre, Jesús providenció el perdón efectivo, verdadero, que antes los animales solo ilustraban.
Con la remisión del pecado, Dios nos da una nueva oportunidad para que la persona viva de acuerdo con sus preceptos. Por medio del sacrificio de un inocente, por amor, la humanidad obtuvo una nueva oportunidad.
A nosotros nos corresponde no desperdiciarla.
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