Costumbres de la Biblia: El exilio de Daniel
En el libro de Daniel, el profeta describió el exilio en Babilonia, donde fue puesto al servicio de la realeza. Él y tres amigos, nobles judíos, fueron capturados y deportados de su tierra natal, pues todo su pueblo fue esclavizado. Nabucodonosor, Darío y otros reyes babilonios consideraban que el culto judío estaba al servicio de ellos, cuando, en realidad, Daniel estaba al servicio de Dios dentro del palacio, para mostrar Su gloria a las mayores autoridades de aquel pueblo idólatra.
Llevado a Babilonia en el primer cautiverio de los judíos, alrededor del 605 a. C., en la primera campaña de Nabucodonosor, Daniel y otros príncipes judíos fueron elegidos, por su sangre azul y su formación para el servicio gubernamental.
Los 19 años iniciales del cautiverio de Daniel también fueron los últimos del reino de Judá, en ese entonces bajo el dominio de Babilonia. La resistencia judía al yugo babilonio causó muchas represalias por parte del reino dominante.
El rey de Judá en ese momento, Joacim fue forzado a permanecer fiel a Babilonia. Algunos años después, se rebeló (2 Reyes 24:1). Los babilonios invadieron su reino, lo mataron y llevaron al pueblo cautivo. Su sucesor al trono judío, Joaquín, gobernó por solo tres meses, pues el ejército enemigo regresó para castigar y destruir más, llevándolo prisionero con parte de la nobleza local en 597 a. C. (2 Reyes 27-30).
Joaquín fue sucedido por Sedequías (2 Reyes 24:17), también fiel a Babilonia, pero solo hasta que los egipcios se opusieron al reino dominante. Pero en una revolución Nabucodonosor, ya harto de las rebeliones, simplemente tomó de una vez a Judá y destruyó sus ciudades, incluso Jerusalén, llevando como esclavos a todos los habitantes que no perecieron en la batalla en el 586 a. C.
Mientras todo eso sucedía, Daniel estaba en Babilonia. Veía llegar cada vez más judíos, tanto miembros de la nobleza y de las fuerzas armadas, desmoralizados como esclavos y prisioneros.
«Vino también Nabucodonosor rey de Babilonia contra la ciudad, cuando sus siervos la tenían sitiada. Entonces salió Joaquín rey de Judá al rey de Babilonia, él y su madre, sus siervos, sus príncipes y sus oficiales; y lo prendió el rey de Babilonia en el octavo año de su reinado. Y sacó de allí todos los tesoros de la casa del Señor, y los tesoros de la casa real, y rompió en pedazos todos los utensilios de oro que había hecho Salomón rey de Israel en la casa del Señor, como el Señor había dicho. Y llevó en cautiverio a toda Jerusalén, a todos los príncipes, y a todos los hombres valientes, hasta diez mil cautivos, y a todos los artesanos y herreros; no quedó nadie, excepto los pobres del pueblo de la tierra.» (2 Reyes 24:11-14).
Sedequías también fue capturado y torturado – llegaron a matar a su familia delante de él y a arrancarle los ojos (2 Reyes 25:7). Los principales instigadores de la revolución eran quemados vivos, públicamente.
Mientras tanto, Daniel y sus tres compañeros acompañaban todo sin gran alarde, conscientes de sus posiciones en el reino enemigo, donde podían ser útiles a Dios.
Rey tras rey
Daniel y sus amigos recibieron, durante años, una nueva educación babilonia, a fin de servir mejor al gobierno. Llegaron a conformar el llamado grupo de los sabios del reino, sirviendo al rey como consejeros.
Por lo tanto, Daniel tuvo la oportunidad de interpretar los sueños que atormentaban a un confuso rey – y de expresar sus propias visiones. El profeta permaneció en su cargo durante décadas, lo que le permitía hacer que los reyes babilonios conocieran el poder del verdadero Dios, Lo temieran y Lo respetaran.
El profeta vio varios reyes en el trono de Babilonia y llegó a ver el fin de aquel imperio en 539 a. C., tomado por Ciro, que, influenciado por el consejero judío, liberó al pueblo judío y lo devolvió a su tierra de origen.
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