Costumbres de la Biblia: El ejército romano

Costumbres de la Biblia: El ejército romano

Por Social Media

Antes de ser expulsado de su tierra, el pueblo judío convivía con el ejército del Imperio Romano, cuyos soldados eran figuras comunes en el día a día en Israel. En el Nuevo Testamento, las metáforas acerca de los militares eran muy comunes (2 Timoteo 2:3). Los militares defendían el territorio de los extranjeros y también actuaban como policías.

La principal base del ejército romano en Tierra Santa estaba entre los actuales municipios de Haifa y Tel Aviv, Cesarea Marítima, con un puerto natural al sur del Monte Carmelo —no confundirlo con Cesarea de Filipo. De allí salían los destacamentos de soldados que hacían guardia en Jerusalén.

Aunque muchos nativos de Tierra Santa eran incorporados al ejército romano, con el tiempo, los judíos fueron exentos del servicio militar, pues muchas veces los soldados tenían obligaciones religiosas hacia algunos emperadores, adorándolos. Según el libro Usos y Costumbres de los Tiempos Bíblicos, de Ralph Gower, Augusto era considerado un dios después de su muerte y Calígula también se juzgaba como uno. Además de eso, portar armas era obligatorio para los hombres del ejército, incluso los sábados, práctica prohibida para los israelitas a causa del shabbat, su día sagrado sin actividades. Siendo así, la mayoría de los militares eran sirios e italianos en general, comandados casi siempre por romanos.

Gowen también cita en su libro que no había ninguna dificultad en el reclutamiento, pues el pago de los soldados era atractivo, así como los beneficios, además del prestigio del que gozaban en Roma y en sus provincias. Incluso, era costumbre que un militar recibiera un terreno cuando se jubilaba —generalmente en los límites en vigor en la época, pues la experiencia militar del habitante sería útil en un caso de invasión.

La composición habitual de una legión, en la época del Nuevo Testamento, era de 6 mil hombres bajo las órdenes de un exsenador llamado «legado». Era dividida en 10 partes (cohortes) de 600 soldados, comandados por los tribunos (Hechos 22:24-29). Cada cohorte tenía tres subdivisiones de 200 componentes, los manípulos, a su vez divididos en dos centurias —de allí proviene el nombre de sus comandantes, los centuriones, escogidos entre los más confiables, valientes, experimentados y estables romanos, admirados incluso entre muchos judíos (ejemplos en Mateo 8:8-9; Hechos 10:1 y 27:43). Cada centuria tenía su propia corneta, ordenanza (una especie de asistente cercano al centurión) y portaestandarte. En cuanto al último, existe una curiosidad: generalmente, los soldados respetaban la fe de los judíos y, por el hecho de que el portaestandarte cargaba la bandera y el mástil con símbolos paganos (como la famosa águila dorada, un ídolo), hubo un acuerdo para que el encargado de esa función no saliera de Cesarea y entrara a otras ciudades.

Además de la infantería (los soldados propiamente dichos, con aptitud para combatir a pie en todos los tipos de terreno), las legiones tenían sus hombres especializados, como ingenieros, médicos, arqueros y caballeros.

Un soldado, además de la armadura (con menos o más componentes para blindar su cuerpo, de acuerdo con el tipo de batalla y el lugar), era equipado con una daga corta (alrededor de 23 centímetros), una espada más larga, la espada común (de aproximadamente 60 centímetros) y una lanza con un poco más de 2 metros, con una punta de acero de púa, propia para atravesar escudos y el blindaje corporal.

Grandes armas eran comunes para los romanos, como carrozas con catapultas (lanzadoras de grandes piedras, que podían ser arrojadas a una distancia de hasta 700 metros, causando un gran estrago), el «onagro» (para lanzar piedras más livianas o dardos, hasta 400 metros —también usadas para lanzar el «fuego griego», como era llamado el petróleo hirviente o un proyectil flameante de tejidos embebidos, o incluso plomo derretido) y las «balistas», lanzadoras de lanzas y dardos, como ballestas gigantes.

Además del ejército regular, estaban los guardias pretorianos, comandados por el «pretor» (Filipenses 1:13), magistrado un nivel por debajo de un cónsul. Los pretorianos eran comúnmente designados como guardaespaldas del emperador y recibían el doble del salario de un soldado común. Hablando de eso, la palabra «salario» es proveniente del ejército romano, derivada de salarium argentum («pago en sal»), ya que la sustancia, de tanta utilidad, era tenida como preciosa y servía como moneda de intercambio —porque era difícil de obtener y era usada para condimentar y conservar alimentos, así también como materia prima para medicamentos, entre otras varias aplicaciones.

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