¿Cómo se hace un adicto?

Una adicción es una dependencia a cualquier sustancia, actividad o relación que causa placer. Existe la dependencia al juego, a las redes sociales, al chocolate, a las compras, incluso a nuestra pareja, además de las ya conocidas: alcohol, drogas, cigarro.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) refiere que el enfermo o adicto siente deseos irrefrenables de estar cerca de esa fuente de placer o satisfacción. Pero ¿cómo una sustancia nos llega a producir tanto placer que hace que nos enganchemos?

El mecanismo es bastante curioso. Existe en el cerebro una región llamada comúnmente “el centro del placer”. Aquí se libera un neurotransmisor denominado dopamina. Cuando consumimos alguna droga, genera dopamina, lo que hace que tengamos esas sensaciones tan placenteras. Al sentir ese bienestar, tendremos la necesidad de repetir, lo que podría convertirse en un hábito y más tarde en adicción. En ese momento ya se esta atrapado.

La adicción se producirá en función de la cantidad de dopamina liberada y de su constancia de liberación. Posteriormente es la amígdala cerebral, —el centro de las emociones— la que crea la respuesta emocional hacia la droga. Tras muchas repeticiones de consumo de la sustancia, el cerebro se acostumbra y adapta a ella, desarrollando la tolerancia. Es así como una persona se vuelve adicta.

«Fueron 30 años dependiendo del alcohol»

«Por más de 30 años fui adicto a las bebidas alcohólicas. Mientras no consumía la bebida estaba bien, pero una vez que las ingería, mi carácter cambiaba. Mi necesidad por esas sustancias era tanta que no me importó dejar a mi familia sin comer; los gastos y necesidades del hogar no eran prioridad, lo importante era comprar el vino.

Estas acciones tuvieron sus consecuencias y una de ellas fue el abandono de mi familia. Al no tener a mis seres queridos conmigo, emocionalmente terminé mal, entonces me refugié aún más en el alcohol, pues quería solucionar las cosas, pero no sabía cómo.

Al amanecer en mi mente estaba la idea: “quiero alcohol”. Al anochecer lo mismo, a toda hora sentía la necesidad de esas bebidas. Salía a las cuatro o cinco de la mañana en busca de alguna tienda que pudiera venderme bebida.

Quería una salida de esa vida y la hallé en la reunión de la Cura de los Vicios. Cada domingo estuve puntual en las reuniones, no fue fácil, la tentación venía a mí, pero mi fe en el Señor Jesús me ayudó a liberarme y ahora no tengo antojo alguno por el alcohol. Incluso le pedí perdón a mi familia y la recuperé. Vencí la adicción gracias a mi fe en el Señor Jesús.» -Narciso Salazar