¿Cómo saber si recibí o no el Espíritu Santo?

Cuando la persona no tiene el Espíritu Santo, vive según su propia voluntad. Y, consecuentemente, distante de Dios.

Si observamos bien, la única creación que se revela contra el Creador es la humanidad. Por eso, el apóstol Pablo, inspirado por el Espíritu de Dios, categoriza a la naturaleza humana de la siguiente manera:

“Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios” (Gálatas 5:19-21).

Sin embargo, cuando Dios empieza a habitar dentro de nosotros, en la figura del Espíritu Santo, nuestra conducta moral se vuelve elevada. Porque Él coloca dentro de nosotros las manifestaciones de Su fruto.

Empezamos a vivir tal y como el Señor Jesús vivió aquí en la Tierra. Es decir, con paz, alegría autocontrol, entre otras virtudes.

Además de eso, por colocarnos en el centro de la voluntad Divina, el Espíritu Santo empieza a guiar nuestros caminos. Porque nos volvemos obedientes a Él.