Aprende a hacer el bien, porque el mal…

El propio Dios, a través del profeta Isaías, dijo así: «Lavaos, limpiaos, quitad la maldad de vuestras obras de delante de mis ojos; cesad de hacer el mal, aprended a hacer el bien, buscad la justicia…» (Isaías 1:16-17). Este versículo nos ofrece dos lecciones importantes: una sobre el bien y la otra sobre el mal.

La primera es que Dios le mandó al pueblo a dejar de hacer el mal, es decir, a tomar la decisión de dejar de hacerlo. Cualquiera que dice que quiere dejar de hacer algo malo pero no puede, en realidad, todavía no quiere dejar de hacerlo. Dios nunca manda algo que no seamos capaces de hacer, sino que es necesario sacrificarse, renunciar a algo.

Dios también dice: «Lavaos, limpiaos». Esto no se refiere solo a alejarse del mal, sino también a arrepentirse y asumir un nuevo comportamiento y una nueva vida. Para esto existe el bautismo en las aguas, destinado a aquellas personas que deciden no vivir más en el error, que necesitan limpiarse, lavarse y purificarse.

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La segunda lección es: «aprended a hacer el bien, buscad la justicia». Nadie necesita aprender a hacer el mal, porque el mal nos persigue. La gente ofrece el mal y lo fomenta, pero difícilmente vemos personas ayudando a otros a comenzar a hacer el bien, ¿o sí? Porque nosotros somos los que tenemos que intentar hacer el bien si queremos vivir una vida nueva.

Usa tu inteligencia porque hacer el bien no es natural. Para hacer el bien tenemos que aprender, ejercitarnos, ponernos a disposición y actuar, aprovechando la Palabra de Dios que nos enseña y nos guía.

¿Y cuál es la mejor manera de aprender a hacer el bien? Dando el primer paso. Tal vez nunca hayas aprendido a pedir perdón, así que empieza. Aunque sea diciendo «lo siento». Y si no puedes hablar, escribe una nota, pero da un pequeño paso.

Si necesitas tomar la decisión de dejar de hacer el mal, bautizarte en las aguas y aprender a hacer el bien, hazlo ahora. Eso es lo que el Espíritu Santo te está enseñando. No tardes en tomar esta actitud.

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