6 versículos que muestran la importancia del Espíritu Santo

Es imposible conducir la vida en este mundo sin la presencia del Espíritu Santo. Él es quien trae fuerza y sabiduría para que los hijos de Dios venzan los desafíos diarios y las luchas contra el diablo.
Cuando el Señor Jesús resucitó, les dijo a los discípulos que dejaría al Espíritu Santo para que nos cuidara:
«Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no Le ve, ni Le conoce; pero vosotros Le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros» (Juan 14:16-17).
Por eso, es importante que tener el deseo no solo de conocer al Espíritu de Dios, sino de tenerlo en tu vida.
Ahora, ve a continuación 6 versículos bíblicos sobre el valor del Espíritu Santo en nuestra vida:
1) Es por medio del Espíritu Santo que alcanzamos la presencia del Señor Jesús:
«Ninguno puede venir a Mí, si el Padre que me envió no le trajere…» (Juan 6:44).
2) El Espíritu Santo convence al pecador de sus pecados:
«Y cuando Él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio» (Juan 16:8).
3) El Espíritu Santo es quien nos ayuda a comprender las cosas de Dios:
«Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente» (1 Corintios 2:14).
4) El Espíritu Santo vive dentro de nosotros:
«¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?» (1 Corintios 6:19).
5) El Espíritu Santo nos da poder sobre el mal:
«… pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra» (Hechos 1:8).
6) El Espíritu Santo intercede por los hijos de Dios:
«Y de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles» (Romanos 8:26).
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