En Lucas 15, el Señor Jesús muestra 3 tipos de perdidos y sus orígenes.
La oveja que se perdió, un animal irracional que, por no pensar, se desgarró. Son personas que viven en la emoción del corazón, no usan la mente, y, por eso, se terminan desviando del rebaño. Sin embargo, pueden ser encontradas por el pastor.
La dracma perdida, que se perdió por descuido de alguien. Son personas que aún tomaban leche y no les fue dado un alimento sólido, por eso se perdieron dentro de casa. Esa dracma va a ser encontrada, tarde o temprano.
El hijo pródigo fue al lodo a comer con los cerdos por sus propios medios. Son personas que, aunque hayan sido alertadas por el Padre, no quisieron oír y, engañadas por las conquistas materiales, fueron en búsqueda de los placeres del mundo.
Para los hijos pródigos solo hay una solución: el arrepentimiento “sin cera” (sincero) y una actitud de volver a la casa del Padre.
O sea, la oveja puede ser rescatada, la dracma encontrada, pero el que se fue de casa con sus propias piernas, solo él puede cambiar esa situación.
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