Día Mundial de los Derechos Humanos

Día Mundial de los Derechos Humanos

Por Departamento Web 2

¿Y usted sabe cuáles son sus derechos por la fe?

El día que se eligió para concientizar sobre la equidad, la justicia y la equidad humana fue el 10 de diciembre de 1948, hace exactamente 71 años.

Año con año, la Organización Mundial de las Naciones Unidas se dedica en recodarle a la población mundial la importancia del documento de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. “Gracias a este documento y el compromiso de los Estados con sus principios, la dignidad de millones de personas ha mejorado, y se han sentado las bases de un mundo más justo”, señala la ONU”.

Debido a dicho documento, todas las personas pueden sentirse con la seguridad de hacer efectivos sus derechos. Además, la organización señala que “debemos luchar por nuestros propios derechos y por los del prójimo. En nuestra vida cotidiana, podemos tomar medidas y participar para defender aquellos derechos que nos protegen a todos y así fomentar la unión de todos los seres humanos”.

Los derechos y las leyes humanas son parte de su vida cotidiana, quizá conozca algunas y las pone de manifiesto cuando es necesario. Sin embargo, ¿usted sabía que tiene derechos por la fe?

Lo que por derecho le pertenece…

¿Qué es la justicia? En resumen, es garantizarle a cada persona lo que le pertenece por derecho, pero también es hacer lo correcto, lo justo —de ahí su nombre.

Cada vez más, las personas han buscado vencer sus problemas, pero la verdad es que solamente la justicia de los hombres no es suficiente para resolverlos.

Veamos algunos ejemplos: un padre tiene a un hijo preso. Él se involucró con malas compañías o con el crimen, no importa. Ese padre desesperado gasta todo lo que tiene con abogados para devolverle la libertad a su hijo. En muchos casos, la pena es reducida y el joven, después de cumplir la ley, deja la prisión. Las oportunidades para que él recaiga y vuelva al crimen son grandes. La justicia aplicada tiene el poder de devolverle su libertad, pero no logra transformarlo. Si en lugar de gastar tanto dinero para buscar un buen abogado, ese padre buscara al Justo Juez, las oportunidades de ver a ese joven transformado serían infinitas.

El diagnóstico de una enfermedad lleva a una persona a buscar desesperadamente su cura en la medicina, hasta que los médicos ya no le dan esperanzas. A pesar de todos los avances, la medicina aún es limitada y la persona se siente impotente ante el pronóstico y, por eso, piensa que es injusto. ¿Quién podría revertir este panorama sino el Justo Juez, el Médico de los Médicos?

Una joven llena de sueños está feliz porque se va a casar. Se casa, el tiempo avanza y aquel hombre empieza a faltarle al respecto. Empieza a agredirla con palabras y también físicamente. Ella soporta durante un tiempo, hasta que no aguanta más. La justicia le da el derecho de divorciarse y garantiza que el agresor le proporcione los recursos necesarios para su sustento y el de sus hijos. Frustrada e infeliz, se siente víctima de la injusticia, porque el juez incluso puede condenar a su marido, pero no tiene el poder de transformar a aquel hombre. El Justo Juez, a su vez, tiene el poder de transformarlo volviéndolo mejor que antes.

La justicia humana existe para que nuestros derechos sean defendidos y debemos hacer un buen uso de ella. Pero no es suficiente. En la humana, quien no puede pagar un abogado, aunque sea inocente, no tiene quién lo defienda. En la divina, todos los que eligen al Señor Jesús tienen un defensor.

Ahí es donde entra la Justicia propiamente dicha, la de Dios, que no deja los huecos que la humana deja. No son pocos los casos de quienes buscaron la Justicia divina y hoy tienen la vida que desearon.

El padre del primer ejemplo vio la acción de la justicia humana con su hijo preso. La ley fue cumplida, pero no fue suficiente. ¿Y si ese mismo padre usara su fe en Dios, por medio del Señor Jesús y de una entrega legítima, con compromiso y sacrificio, y empezara a orar por su hijo preso?

La mujer agredida, si sigue la misma actitud de luchar por su marido y su matrimonio, también puede ver las conductas de su marido transformadas. Si antes, con la justicia humana, ella logró divorciarse y garantizar la pensión para sus hijos, con la Justicia divina ella puede, mediante la fe, entrega, oración y sacrificio, tener de vuelta al marido recuperado, arrepentido y dispuesto a ser un nuevo hombre.

La Justicia de Dios puede ser deseada y conquistada, pero, antes, es imprescindible practicarla. Y eso también incluye que cumplamos la justicia de los hombres, que, al final, se basa en los Diez Mandamientos. Obedecer a Dios con nuestras actitudes es hacer Su Justicia en la Tierra.

Nuestro mayor y mejor abogado cursó la Facultad de Derecho. Firmó Su título con Su propia sangre (1 Pedro 2:24). Y nuestro Juez verdadero cela por nosotros y garantiza que Su Justicia se hará si actuamos conforme a lo que nos dirige: “Apártate del mal y haz el bien, y vivirás para siempre. Porque el SEÑOR ama la rectitud y no desampara a sus fieles. Para siempre serán guardados, pero la descendencia de los impíos será exterminada” (Salmos 37:26-27).

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