Reencuéntrese con Dios

Reencuéntrese con Dios

Por Departamento Web

Enfriarse y caer en la fe son peligros que rondan constantemente al cristiano en el camino rumbo a la Salvación. Para explicar estos riesgos, el Señor Jesús contó tres parábolas seguidas, tratando del mismo asunto en el Evangelio de Lucas, capítulo 15.

Los ejemplos usados fueron el de una oveja, una dracma y un hijo, todos perdidos. Elementos diferentes y que también se perdieron por motivos diferentes.

Reflexionando sobre la dracma perdida, en específico, vemos que aun siendo una moneda de pequeño valor monetario, el Señor Jesús usó su ejemplo para mostrar que todos Sus hijos son importantes. Para Él, nadie es indigno de recibir Su atención. Para mostrar ese cuidado, el Salvador empeña todo Su esfuerzo para recuperar la “moneda” desaparecida.

En aquella época, era común que las casas tuvieran el suelo de tierra; por eso, el polvo podría cubrir fácilmente la dracma e incluso enterrarla. Entonces, para que esta no se perdiera para siempre, se tenía que encender una lámpara. Enseguida, el ama de casa tenía que limpiar minuciosamente, con el fin de encontrar la dracma.

Podemos comprender que las dracmas son las almas; la mujer, la Iglesia: y la lámpara, la Palabra de Dios. Ahora bien, la acción de barrer la casa simboliza la acción diligente de la Iglesia en el cuidado de las personas, y, en caso de que una se pierda, esta debe buscar y encontrarlas.

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Cada alma es preciosa para Dios, por eso, Él no acepta perder pasivamente ni siquiera una. Cuando un hijo deja Su presencia, le causa sufrimiento profundo. En cambio, nada le da más satisfacción que encontrarla nuevamente y tenerla una vez más en Sus brazos.

El amor de Dios es tan grande que ningún hijo ocupa el lugar del otro en Su corazón. Para imaginar el tamaño de este cuidado con nosotros, Él ha reservado bendiciones y propósitos exclusivos para cada uno.

Quien se pierde en la fe, al igual que esa moneda, se queda en suelo. Además de eso, empieza a ser pisada por el diablo y se desfigura por el pecado. Sin embargo, a los ojos del Altísimo, continúa siendo Su tesoro amado.

La culpa de su caída no puede atribuirse al Salvador, pues Su cuidado nunca falló con el hombre. Por lo tanto, es necesario dejarse encontrar, es decir, reconocer que la falta es suya y arrepentirse, para que así sea restaurado y regrese a las Manos del SEÑOR, de donde nunca debería haber salido.

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El próximo 27 de enero, usted tendrá esa oportunidad, pues se realizará el Día del Reencuentro. Podrá participar en el Centro de Ayuda Universal que esté más cerca de su casa (consulte la dirección haciendo clic aquí).

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