Parecía imposible cambiar…

Por Departamento Web

Antes de conocer al Señor Jesús, en la Fuerza Joven Universal, estaba completamente perdida. Mi vida era un verdadero infierno. Pasaba noche tras noche en la calle y, todos los fines de semana, bajaba a Río de Janeiro en dirección a los barrios más pobres. Llenaba mi propio auto de muchachas y muchachos (que, en esa época, eran mis amigos) rumbo a las veladas de los barrios cariocas.

Llegando allí, consumía y abusaba de muchas drogas, en un vicio completo. Probé marihuana, cocaína, lanzaperfume, cheirinho da loló, extásis y, principalmente, no podía dejar de llevar a casa la droga que consumía en los barrios. Traía paquetes de marihuana para mi consumo, además de tomar y fumar.

Bailaba mucho en las fiestas, al punto de seducir a los delincuentes que estaban presentes. Y, lamentablemente, por poseer demonios en mi cuerpo, siempre conseguía lo que quería.

Mi vida estaba completamente perdida sin Jesús, en las manos del diablo. Así, solo fui hundiéndome cada vez más. Llegaba a casa al día siguiente drogada y oliendo mal. Peleaba con mis padres y no le prestaba atención a mi hijo. Era peleadora y quería golpear a todos. Era tan agresiva y humillaba a las personas al punto de hacerlas llorar. También andaba armada, con muchas armas pesadas.

Mi hijo, inclusive, es fruto de una relación que tuve con un hombre que era gerente del tráfico. Muchas veces, fui a parar a la delegación policial por su causa sin tener la culpa… Aun así, terminaba pagando junto a él. Llegamos a vivir juntos, y yo veía sombras y bultos en su casa de madrugada. Y, con tantas armas y drogas que guardaba allí, él fue preso, y llegué a visitarlo en el presidio de Bangu durante 2 años.

Hasta que llegué a la Iglesia Universal del Reino de Dios y conocí a la Fuerza Joven Universal, de la cual hoy formo parte. En la FJU, fui curada de los vicios. Estoy libre, soy fiel a Dios, que está en primer lugar en mi vida.

Hoy tengo al Propio Dios conmigo dándome fuerzas, construyéndome como a una gran obra. Mi fe se hace fuerte cada día.

Hoy tengo verdaderos amigos, una familia que Dios me dio en la Universal. Soy feliz así.

Hoy sé lo que es estar bien conmigo misma.

Hoy verdaderamente tengo paz, alegría y fuerzas, que vienen de un Dios Vivo y que me sustenta.

Hoy soy una madre de verdad. Los problemas no son nada cerca de la fe que existe en mí. Cerca de un Dios tan grande y que cuida de mí.

Hoy soy feliz y recibí el mayor regalo y fuerza que el Altar pudo darme: ¡el Espíritu Santo, que me dio la certeza de que puedo todo y de que voy a vencer!

Jéssica
25 años
Estudiante de Derecho

*Extraído del Blog del Obispo Edir Macedo

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